Las Trufas
Esta terrible historia sucedió en el barrio de Morón hace poco tiempo. Afortunadamente no es tan fácil determinar cómo ocurrieron los sucesos. Si así fuera yo no estaría escribiendo esto desde mi hermoso jardincito tomando mate mientras veo pasar la gente por la vereda. Quizá estaría presa o en loquero o tal vez en un geriátrico.
Todo comenzó el año pasado en el evento de “Las Abuelas de hoy también hacen pastelitos” que organiza cada 25 de Mayo la escuela donde van esos mugrientos nietxs míos: Thiago, Gemma y Nicolás. Todos los años me piden que vaya, que cocine, que esté en la feria. Todos los putos años. Desde que eran chiquitxs ya me molestaban con su baba y sus llantitos. Mi hija me dice siempre que soy una mala madre y una peor abuela. Así que un día la mandé a la mierda y a los gritos le expliqué que yo no iba a criarle a lxs pendejos, que no me joda más con eso y que bastante tiempo había desperdiciado criándola a ella. Pero mis nietxs nunca escuchan ellxs están presentes. Lo cierto es que mi hija muchas veces no tiene con quien dejarlxs así que entre mucho hacerme desear cada tanto lxs tengo un rato. Mi ejercicio es atenderlos en sus necesidades y luego ignorarlxs. Son pequeñxs y tontxs. No se dan cuenta de nada. No se dan una idea cuanto me molestan con eso de ¡abuelita! ¡abuelita! No se dan cuenta y punto, como todo el mundo, nunca nadie se da cuenta de nada. Yo no quería ser mamá. Es decir, tampoco quería ser abuela. En fin, esa es otra historia de otro tiempo en donde todavía tenía una vida por delante y muchos sueños y muchos planes pero también mucha soledad.
El año pasado casi gano el concurso. Quedé en segundo lugar. Mi amiga Susana, con quien somos amigas hace añares, se ganó el premio de un año de peluquería en La Rodo, una muy coqueta y cara peluquería de Castelar. Además también ganó el sorteo del día: cuatro exquisitas porciones de locro. ¡Demasiada injusticia! ¿Qué sistema macabro propicia que quien ya ganó un premio participé de un sorteo? Sentí ese sabor amargo que por primera vez me recorrió el paladar y el cuerpo cuando tenía ocho años y perdí el concurso escolar de trufas porque Julián, el ganador, era hijo de la Directora. Todos decían que no, que había ganado en buena ley, pero yo y mis amigas sabíamos que me habían robado el premio de las manos. Yo había trabajado mucho y me había esmerado realmente porque en esa ocasión el premio era un juego llamado “Soy Doctor” con el que podías simular cirugías. Y yo lo deseaba mucho porque yo quería “ser doctor”. Pero como les contaba era otra época. Y las mujeres no eran “doctor” y yo era hija de nadie.
Este año, cuando mis nietxs me invitaron otra vez al concurso escolar pensé: ya que nunca gano por lo menos voy a divertirme un poco. Así que acepté y me puse a pensar un plan.
Unos días antes de la feria pasé a saludar a Julián que aún vivía en el barrio, en una casa preciosa, y que por supuesto era doctor. Cada tanto nos cruzábamos y charlabamos de todo un poco, así que mucho no se sorprendió. Le pedí antes de irme que me recomiende algun remedio para el estreñimiento que andaba medio mal. Luego organicé con Susana pasar a tomar mate y ayudarla con los pastelitos. Lleve unos bizcochitos de grasa infalibles y un poco de Metamucil. Sigilosamente, como alguien que va escondiéndose en los árboles de un bosque, fui pasando por las casas de otras abuelitas. Esos dos días trabajé mucho. Mañana y tarde. Porque tenía que pasar por varias casas y también hacer mis pastelitos. El día del concurso algunas abuelas faltaron porque no podían parar la descompostura que tenían. Se hablaba de gastroenterocolitis virósica y de napas sucias. Sí, capaz se me fue un poco la mano, lo sé. Y en la escuela, el espectáculo era dantesco. Lxs pibxs se cagaban literalmente encima. También mis nietxs. Un asco todo. Todxs. Algunxs se bajaban los pantalones y cagaban en el piso y en los canteros. Yo me ofrecí para hacer una vaquita e ir a comprar más papel higiénico, trapos y lavandina. A todxs les pareció una gran idea ya que no alcanzaban los productos para tanta mierda. Junté la plata y me fui. Pasé por La Rodo y me hice corte, tintura y permanente. Me tomé el Sarmiento y me fui sola a la Plaza de Mayo a comer unos ricos pastelitos con chocolate caliente y más tarde locro. Nunca nadie pudo atar los cabos de esta historia. ¡Que maravillosa jornada!
Todo comenzó el año pasado en el evento de “Las Abuelas de hoy también hacen pastelitos” que organiza cada 25 de Mayo la escuela donde van esos mugrientos nietxs míos: Thiago, Gemma y Nicolás. Todos los años me piden que vaya, que cocine, que esté en la feria. Todos los putos años. Desde que eran chiquitxs ya me molestaban con su baba y sus llantitos. Mi hija me dice siempre que soy una mala madre y una peor abuela. Así que un día la mandé a la mierda y a los gritos le expliqué que yo no iba a criarle a lxs pendejos, que no me joda más con eso y que bastante tiempo había desperdiciado criándola a ella. Pero mis nietxs nunca escuchan ellxs están presentes. Lo cierto es que mi hija muchas veces no tiene con quien dejarlxs así que entre mucho hacerme desear cada tanto lxs tengo un rato. Mi ejercicio es atenderlos en sus necesidades y luego ignorarlxs. Son pequeñxs y tontxs. No se dan cuenta de nada. No se dan una idea cuanto me molestan con eso de ¡abuelita! ¡abuelita! No se dan cuenta y punto, como todo el mundo, nunca nadie se da cuenta de nada. Yo no quería ser mamá. Es decir, tampoco quería ser abuela. En fin, esa es otra historia de otro tiempo en donde todavía tenía una vida por delante y muchos sueños y muchos planes pero también mucha soledad.
El año pasado casi gano el concurso. Quedé en segundo lugar. Mi amiga Susana, con quien somos amigas hace añares, se ganó el premio de un año de peluquería en La Rodo, una muy coqueta y cara peluquería de Castelar. Además también ganó el sorteo del día: cuatro exquisitas porciones de locro. ¡Demasiada injusticia! ¿Qué sistema macabro propicia que quien ya ganó un premio participé de un sorteo? Sentí ese sabor amargo que por primera vez me recorrió el paladar y el cuerpo cuando tenía ocho años y perdí el concurso escolar de trufas porque Julián, el ganador, era hijo de la Directora. Todos decían que no, que había ganado en buena ley, pero yo y mis amigas sabíamos que me habían robado el premio de las manos. Yo había trabajado mucho y me había esmerado realmente porque en esa ocasión el premio era un juego llamado “Soy Doctor” con el que podías simular cirugías. Y yo lo deseaba mucho porque yo quería “ser doctor”. Pero como les contaba era otra época. Y las mujeres no eran “doctor” y yo era hija de nadie.
Este año, cuando mis nietxs me invitaron otra vez al concurso escolar pensé: ya que nunca gano por lo menos voy a divertirme un poco. Así que acepté y me puse a pensar un plan.
Unos días antes de la feria pasé a saludar a Julián que aún vivía en el barrio, en una casa preciosa, y que por supuesto era doctor. Cada tanto nos cruzábamos y charlabamos de todo un poco, así que mucho no se sorprendió. Le pedí antes de irme que me recomiende algun remedio para el estreñimiento que andaba medio mal. Luego organicé con Susana pasar a tomar mate y ayudarla con los pastelitos. Lleve unos bizcochitos de grasa infalibles y un poco de Metamucil. Sigilosamente, como alguien que va escondiéndose en los árboles de un bosque, fui pasando por las casas de otras abuelitas. Esos dos días trabajé mucho. Mañana y tarde. Porque tenía que pasar por varias casas y también hacer mis pastelitos. El día del concurso algunas abuelas faltaron porque no podían parar la descompostura que tenían. Se hablaba de gastroenterocolitis virósica y de napas sucias. Sí, capaz se me fue un poco la mano, lo sé. Y en la escuela, el espectáculo era dantesco. Lxs pibxs se cagaban literalmente encima. También mis nietxs. Un asco todo. Todxs. Algunxs se bajaban los pantalones y cagaban en el piso y en los canteros. Yo me ofrecí para hacer una vaquita e ir a comprar más papel higiénico, trapos y lavandina. A todxs les pareció una gran idea ya que no alcanzaban los productos para tanta mierda. Junté la plata y me fui. Pasé por La Rodo y me hice corte, tintura y permanente. Me tomé el Sarmiento y me fui sola a la Plaza de Mayo a comer unos ricos pastelitos con chocolate caliente y más tarde locro. Nunca nadie pudo atar los cabos de esta historia. ¡Que maravillosa jornada!
Visual 1: pintura peruana al óleo encontrada en el universo bits.
Visual 2: fotografía encontrada en el universo bits.
Comentarios