A Pollock

I

—Lo que siento es algo muy pesado sobre mi cuerpo— dijo Sasha con voz leve y entrecortada. 

—Quiero que visualices qué es ese peso— le pidió la "curandera".

—No sé… no veo nada... Solo siento un peso que no me deja respirar.

—Tranquila— dijo la vieja acariciándole la frente transpirada y fría—es probable que ese peso sea culpa— y acomodando una silla masculló de espaldas: 

Es culpa el peso que se siente pero no se ve.

De camino a casa, Sasha repasó en su cabeza cada palabra de la sesión con la "curandera". Todo le resonaba confusamente invariable. Todo irresuelto y sin sentido. Las palabras eran como un eco infernal y estúpido. Y los pensamientos rumiaban. ¿De qué culpa me habla esta vieja? ¿Por qué mierda fui a verla? ¿De dónde voy a sacar guita para devolverle a Lu? ¿Qué le voy a decir a Juan cuando llegue?

Nombrarlo le helaba la sangre.

Se bajó del bondi a tres calles de su casa. Miró el reloj «Apenas son las seis», pensó con algo de alivio.

Caminó apurando el paso, temblorosa y asustadiza, como si el mundo padeciera un terremoto, y el pasiaje no fuera más que infinita desolación. Se inspeccionó completa, por rutina, de arriba a abajo, para verificar que todo esté en «en su debido lugar». Nada que levante sospechas de nada, ningún atisbo de vida.

Muchas veces, de regreso a su casa, a Sasha se le enroscaban las piernas y tropezaba. Tenía un caminar colorido y gracioso para la mirada distraída. Pero no para mí que miraba minuciosamente el mundo desde mi ventana de once años y barrio. A Sasha los pies le iban por inercia hacia un lado, pero las vísceras o algo  tiraba siempre hacía otras direcciones, todas contrarias de su casa.

A veces me saludaba con disimulo, con un gesto que hoy recuerdo lleno de todo, una alegría extraña, angustia, dulzura y no sé cuántas soledades.

II
—¡Seguro que venís de chupar pija!— le gritó Juan cuando apenas cruzó la puerta de entrada.

Esa noche Sasha no durmió ¡¿Qué importaba?! ¿Qué diferencia había? Tampoco había podido dormir muchas noches anteriores. ¿Hacía exactamente cuántos días, meses, años que había empezado esa larga noche?

Antes de amanecer y en un solo movimiento
Juan se subió arriba de Sasha y la  violó.  

Era su marido. Era difícil de entender y de que otrxs entiendan. Y entonces Sasha simplemente callaba. Una y otra vez todo sucedía. Y una y otra vez Sasha callaba y no entendía.

Cuando Juan terminó, y cayó como una bolsa hacia el costado derecho, Sasha se deslizó lentamente hacia el borde de la cama. Sigilosa fue hasta la cocina y buscó, en el tercer cajón, el cuchillo afilado que solo usaba él. 

Regresó a la pieza, y justo antes de ahogarse en su propia respiración, sobre las viejas y gastadas sábanas amarillentas, Sasha hizo un homenaje a Pollock y respiró. Llanto y sangre, agua y rojo, roja composición.

Otro infierno la esperaba. Apenas otro. Al fin y al cabo otro. 

III

Muchas cosas se dijeron y publicaron esos días sobre lo ocurrido. 

Pero ningún diario ni vecinx mencionó nada sobre aquel arte de liberación.

Imagen: Red composition // Jackson Pollock
 


 

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