MAÑANA DE HOY

Me levanto,
me acarició,
salgo al patio.
Azucenas del monte cuelgan de la medianera.
Recorto un ramillete sin pensar,
y es tan frágil y sutil
que temo se deshoje con mi respiración.
Frágil y sutil como el silencio y las palabras,
indiscernibles en este preciso instante.
Las pongo en agua y las huelo cada vez que paso.
Su fragancia,
intensa y envolvente,
me protege.
Cuelgo ropa,
el sol me acaricia,
siento calor.
Siento.
Me río.
Soy río.
Acomodo los broches,
respiro verde y malvones,
respiro mariposas amarillas y negras,
insectos volando y pelusas algodoneras.
Y mientras se cuelan acordes de jazz,
ladran todos los perros en el barrio,
y una bandada de golondrinas cruza el cielo hacia el noroeste.
Todo es,
al mismo tiempo,
instante y eternidad.

Me muevo lenta
y armoniosamente,
me muevo involuntaria-mente,
soy parte de todo.
Y ya no es mi pulso el que marca el ritmo
de lo que sucede alrededor.
Estoy y no estoy,
Necesito mil mañanas de hoy.

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